9 feb 2011

Reflexiones de un escalador displicente.


“ Vivís engañados”. Estas eran las palabras con las que nos definía un coleguilla y compañero de fiestas al referirse al grupo de escaladores...
Me sorprendió mucho la frase y no tarde en comprender la capacidad de análisis que contenían estas palabras.
Él estaba fuera del circulo. Nos observaba desde el exterior. Desde allí le pareceríamos marcianos. Y no seria el único.
Vivíamos un sueño hablando de largos, de pasos, de seguros... En una jerga indescifrable solo apta para iniciados y envuelto en un mundo irreal. El mundo onírico que te aparta de una realidad incomoda, y que te mantienen en el limbo. En un área lúdica y generadora de cierta inocencia perdida.
Un espacio libre y abierto a la autocomplacencia, que con los años nos resistimos a abandonar.

Un lugar donde reencontrarse y sentirse vivo. Ya lo creo. Mucho más que en los avatares de la vida diaria, no elegidos, casi siempre impuestos por otros. Padres, compañeros-as sentimentales, jefes, políticos, agentes... que a su vez sirven a otras jerarquías y a otros amos hasta que la cima de la pirámide se difumina del todo para los que estamos, mas o menos en la base. Una cumbre difícil de asimilar para los que nos hemos pasado la vida buscándolas.
Crecemos, envejecemos y nos resistimos a bajarnos del burro. Cada día mas cojo y pulgoso, cada día más respondón y vago.
Nos convertimos en egoístas conscientes. Y no porque antes no lo fuéramos, sino porque cada vez compartimos menos lo que ambicionamos. Perdiendo ese instinto equitativo que le daba al grupo su fuerza. Perdiendo aquella inocencia que té hacia sonreír con los objetivos cumplidos. Perdiendo por completo la humildad que nutre un espíritu feliz.
Saber retirarse a tiempo es un arte que no queremos aprender y solo reconocemos en otros y en contadas ocasiones. Y no se trata de olvidar la actividad, sino de apartarse de los “focos”. Salir del candelero en el que un día brillamos con luz propia para pasar el testigo a otros, que a su vez nos iluminen el camino, nos lleven de la mano, cometan y aprendan de los errores, sus propios errores. Sin que nuestra soberbia les obligue a aceptar dogmas y prejuicios impuestos a la fuerza, contra los que, no me cabe ninguna duda, lucharan. A brazo partido y sin contemplaciones...o nosotros no hicimos lo mismo ?

2 comentarios:

MISTERRORESFAVORITOS dijo...

Lo cierto es que saber estar, asumir el papel que te toca en cada momento de la vida es una virtud rara vez conseguida pero a la que estamos todos obligados de una u otra forma. El hecho deportivo destacable, si encima va ligado a algún tipo de reconocimiento, lleva implícito un carácter transitorio y fugaz, momentos exitosos de efímera felicidad, que pronto dejarán, si acaso un poso de irradiante melancolía.
Vivimos engañados sin duda, quizás por eso el desengaño se torna cruel e inasumible para quien se sentía dueño y señor de su destino, una realidad acolchada por una ficción vivenciada a golpe de grandes experiencias vitales. Saber frenar y hacerlo con dignidad será una tarea ineludible para la que deberemos invertir toda nuestra humildad y generosidad, demostraremos así nuestra talla moral y humana superando de forma digna esta etapa de nuestras vidas
Slds fiera

Alonso Deportes dijo...

Pero que dulce es el engaño, verdad? y que jodia la realidad sin sueños...
Amoldarlos a lo que vivimos o a lo que somos. Ese también es un nuevo reto que afrontar con dignidad y tranquilidad.
Un abrazo